Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.
Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.
Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.
Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.
Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.
Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.
Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.
Eugenio Montejo
4 comentarios:
Poema maravilloso dónde los haya.
Me encanta.
Abrazos
Caramba,qué descubrimiento el de este poeta.
Me ha encantado de principio a fin el poema.
Besos.
Un poema y un autor desconocido que ha logrado emocionarme con la eterna plenitud de la esencia del amor , incluso en la postrera comunión , al unísono de un mismo adiós.Bella elección,José Manuel.Un abrazo.
Tambien es desconocido para mi, pero el poema es precioso.Gracias por darnoslo a conocer.Que tengas una excelente semana.Bss
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